21.11.08

La pena Amarga..


Imposible parece que dos escultores distintos, siquiera sean dos genios, hayan podido compenetrarse, como se han compenetrado en la maravilla del grupo de la Virgen y San Juan, de San Juan de la Palma, Luisa la Roldana e Hita del Castillo respectivamente.

Porque no son dos imágenes más o menos hermosas que ha colocado en unas mismas andas la piedad. Es un grupo escultórico, completo. Dos figuras de primer orden que se están necesitando mutuamente y que, cuando se reunen y se juntan, constituyen "un asunto".

Diríase que al juntarse dejan de ser dos estatuas más o menos bien agrupadas, para ser dos personas reales que se van entendiendo. Dos seres compenetrados de un pensamiento mismo e impresionados por una misma desgracia de la que van hablando... sin acabar de creerla -tan inverosímil es- ninguno de los dos... Un grupo de tragedia: la tragedia del Gólgota, en la que no ha tenido necesidad el artista de poner a la Virgen desmayada. Hay allí más tragicidad -y pase la palabreja- que en el desmayo mismo, síntoma de dolor, después de todo, al alcance de cualquier neurasténico. Es más sobriamente trágica la Virgen de la Amargura.

Yo no la puedo mirar, sin que se me vengan a las mentes los dos primeros versos de esa estrofa sevillanísima, especie de "Tantum Ergo" de los septenarios dolorosos:

¿Quién es esa mujer, que angustiada,
vacilante y llorosa camina?


dístico tan descriptivo de cómo ella es, que parece compuesto expresamente para pintarla. La Virgen de la Amargura es eso precisamente: una mujer... angustiada... vacilante... Y llorosa, que camina.

Una mujer: la "más mujer" de entre todas las Dolorosas Sevillanas, y si me apuran mucho, "la única", mujer.

Todas las demás, bellísimas las más de ellas, más que la madre del Cristo padecido, parecen hijas de él. Apenas si representan arriba de veinte años. Tanto ha querido embellecerlas el artista, tanto ha querido pulirlas y acicalarlas, que las ha aniñado. -Así estaría la celestial Señora -me digo al verlas- en los primeros de sus dolores. En sus últimos dolores; en la tempestad de dolor que en expresión del salmo la hunde y la sumerge durante la pasión, estaría... como está la Virgen de la Amargura de San Juan de la Palma: mujer entrada en años, hecha, madura... ¡La Dolorosa del "Desprecio de Herodes" es toda una mujer!

¿Quién es esa mujer, que "angustiada..." ¿Angustiada? he ahí la nota característicade esta Virgen suprema. La angustia más de muerte... "¡La amargura!" más de hiel que ha podido en el transcurso de los siglos empapar un alma: -inebriavit me absintihio- dijo el Profeta: -me emborracho de amargura" - Y así está la Dolorosa de San Juan de la Palma.

Agrupada con el San Juan de Hita del Castillo, que de haberlo esculpido Miguel Angel, hubiérale podido decir como a su Moisés: -¡parla! - diríase que acaba de enterarse, por el Discípulo amado, de la cruenta realidad de la Pasión.

-¿¿De verdad??- parece que la pregunta.

- De la casa de herodes viene saliendo, para tornar al lithóstrotos de Pilato.

La Virgen que lo oye, abarca de una sola ojeada todo el trágico desenvolvimiento de la cruz. El amado de su alma, como a la esposa del Cantar suyo, conviértesele de repente en "manojito de mirra"; su dolor adquire las proporciones inmensurables de su no medible amor, y se le puede decir con Jeremías: -tu dolor, como el mar en extensión... como el mar en profundidad... como el mar en amargura.

Quién es esa mujer, que angustiada, vacilante...

Porque la Virgen de la calle de la Feria va vacilante, con el cuerpo doblado hacia adelante, como para echar a andar, y los ojos desencajados de sus órbitas, con ese peculiar estrabismo del dolor y del espanto, más que hacia a donde apunta el rígido índice del virginal Apóstol, va mirando a todos lados: es decir: a ninguno.

No acierta a mirar nada, quizás por querer abarcarlo todo con la vista... Es tan inverosímil la pasión, tan absurda y tan monstruosa por parte del hombre ue la lleva a cabo, siquiera sea tan sabia y tan providente por parte de Dios que la decreta, que la Virgen la oye y no la cree... ¡necesita: ha menester que se le entre por los ojos, para que tanta malicia y con tanta ingratitud sacrilegio tamaño le quepa como posible en la cabeza!... ¿Qué mal ha hecho, el que pasa por dondequiera haciendo bien?... Y sin que sus vacilaciones en la credibilidad del hecho histórico de la pasión obste a sus lágrimas, derramando más lágrimas que perlas de rocío vierte la aurora, angustiada, vacilante y llorosa... camina.

Porque "camina". No es que va de pié sobre un trono, para ser paseada por las calles en triunfo. Es que camina realmente: ¡anda!

Cuando al peso de la pompa realmente asiática de que la circunda su hermandad se para el "paso" entre la admiración de toda Sevilla embebecida y la estupefacción del mundo entero - la Virgen de la Amargura merece un viaje del Polo Norte- cuando al peso de su propia magnificencia se para el "paso", yo la veo impaciente por volver a echar a andar...

¡No: presidentes del "paso"!... No os detengáis. Y que, o ese San Juan se calle y deje de señalar con el crispado dedo, o adelante... y adelante, y adelante: a ver si encuentra por fin al Hijo de su amor. Al despreciado por loco y por idiota, siendo la Idea arquetipa, suprema, como Personal, de Dios.

¿Qué quién es esa mujer, que angustiada, vacilante y llorosa camina??...

¿Esa? ¡La Virgen de la Amargura, de San Juan de la Palma!

Juan Francisco Muñoz y Pabón
Siluetas de la Semana Santa de Sevilla

3 comentarios:

La verdad esta ahi fuera dijo...

Gracias por la dedicatoria

Fernando

Elena Moreno dijo...

Sé que Ella te llena, como lo hace conmigo. Para ti, por ello.

Un abrazo.
Elena

Beatriz Medina Aneas dijo...

Magnifico el blog, agregame a tus favoritos como he echo yo con el tuyo.

Gracias