21.3.09

Queridos hermanos y amigos todos...

El día en que mi abuela me probó mi primera túnica, con sólo 5 años de edad, ni siquiera podía adivinar que me estaba preparando para ser nazareno de Sevilla.

Hoy es otra túnica, otro color, que junto al de aquella han marcado mi vida desde siempre. Aquel morado tornó en verde ruán en mi edad adulta, pero hay algo que sigue inamovible dentro de mí y es la sensación que provoca ser nazareno, estés donde estés.

No todo el mundo tiene o ha tenido ocasión de vestir una túnica. Yo no puedo explicar esta noche lo que se siente porque es una sensación muy personal. Tanto, que aquel que alguna vez se ha colocado un capirote sabe lo que significa. Que llevar la cara cubierta no impide hacer público manifiesto de nuestra fe.

Hoy, esas túnicas cuelgan de pomos de armarios dispuestas a ser preparadas con el amor con el que mi abuela me confeccionó aquella que hoy quiero que esté entre nosotros. Fue su manera de hacer pública su fe y de hacernos partícipes a mi padre y a mí del Amor de sus Amores, de su devoción más íntima a Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Hoy, querida abuela, quiero continuar tu legado… Gracias por enseñarme a ser Nazareno de Sevilla. Recibe un beso allá donde estés gozando del mismo rostro de la Madre de Dios y de Dios Verdadero.


1 comentario:

sinelabecastulo dijo...

Que cosa más tierna dedicarle a tu abuela tu Pregón y este fragmento en el que recuerdas cómo Ella, sin saberlo, te enseñó a ser nazareno de Sevilla.
Un beso, pregonera,
Fran