Estimado Fernando,
Permíteme, de entrada, la licencia de tutearte, pues el hecho de conocerte a través de los medios de comunicación y haber leído tus libros de pesadillas cofrades me acerca a ti y te hace cercano al pueblo.
Me dirijo a ti con el objeto de contarte mi última pesadilla. Una visión absolutamente real que se ha resumido en cinco días. Un sueño nefasto de una ilusión frustrada. Esa ha sido mi verdadera pesadilla. La consecuencia de la misma no es una papeleta de sitio no sacada u olvidada, no es una túnica incompleta, no es un sitio cerrado del que no poder salir mientras la cofradía se encuentra en la calle. Ha sido simple y llanamente un agua que buscamos, purificadora, en cualquier día del año excepto en aquellos que le prestamos nuestra ciudad de Sevilla a Dios para hacernos llegar su Amor desde todas las esquinas.
Esperaba esta semana con la ilusión de un pequeño que se despierta un Domingo de Ramos con las ganas de vestir su túnica blanco roto de la Borriquita, portar su palma y entregar caramelos con la sonrisa más grande que se pueda imaginar. Esperaba estos días con mariposas en el estómago, con el leve cosquilleo que provocan los delphinium del palio de la Esperanza de Triana cuando te roza a su paso. Necesitaba vivir el gozo de la ciudad en Semana Santa que tanta falta me hacía después de tantos años viviéndolo de manera incompleta. Y justamente, encontré todo al revés.
Hubiera sido tan perfecto, que se convirtió en todo lo contrario. Tardes enteras de agua sin cofradías en las calles y gente vagando sin rumbo fijo. Caramelos que se quedaron en los cestitos. Mariposas de los estómagos que no echaron a volar porque no les dio tiempo. Luz tornada a nubes negras que descargaban sin piedad. Y vuelta a los pasos para llegar a las iglesias. Gotas de sudor de nuestros costaleros que se convirtieron en agua incesante. Ni meteorólogos ni ruegos. Ni siquiera el Sol pudo vencer a las nubes el Sábado Santo. Nada, sólo agua, agua y más agua.
Me extrañaba al empezar con las vísperas no haber soñado ninguna pesadilla tan descriptiva durante la cuaresma. ¿Cómo iba a soñarla si estaba empezando a vivirla? Ahora sé por qué no tuve aquellas pesadillas, por qué no soñé que me llovían piezas de un palio como en otras ocasiones, por qué no viví oníricamente la pérdida de mi papeleta de sitio, por qué no inventé una nueva cofradía que procesionaba al estilo castellano por la Carrera Oficial…
Ahora tengo claros los motivos. Este año, la pesadilla sería real. Y las nubes y el agua se convertirían en mi penitencia y mi pesadilla. Sólo queda la espera de una intensa cuaresma que nos dure un año con el objeto de volver a disfrutar de lo que más nos gusta: la Semana Santa.
Recibe un cordial saludo en Cristo Nuestro Señor y María Santísima, su Madre.
Elena Moreno
Permíteme, de entrada, la licencia de tutearte, pues el hecho de conocerte a través de los medios de comunicación y haber leído tus libros de pesadillas cofrades me acerca a ti y te hace cercano al pueblo.
Me dirijo a ti con el objeto de contarte mi última pesadilla. Una visión absolutamente real que se ha resumido en cinco días. Un sueño nefasto de una ilusión frustrada. Esa ha sido mi verdadera pesadilla. La consecuencia de la misma no es una papeleta de sitio no sacada u olvidada, no es una túnica incompleta, no es un sitio cerrado del que no poder salir mientras la cofradía se encuentra en la calle. Ha sido simple y llanamente un agua que buscamos, purificadora, en cualquier día del año excepto en aquellos que le prestamos nuestra ciudad de Sevilla a Dios para hacernos llegar su Amor desde todas las esquinas.
Esperaba esta semana con la ilusión de un pequeño que se despierta un Domingo de Ramos con las ganas de vestir su túnica blanco roto de la Borriquita, portar su palma y entregar caramelos con la sonrisa más grande que se pueda imaginar. Esperaba estos días con mariposas en el estómago, con el leve cosquilleo que provocan los delphinium del palio de la Esperanza de Triana cuando te roza a su paso. Necesitaba vivir el gozo de la ciudad en Semana Santa que tanta falta me hacía después de tantos años viviéndolo de manera incompleta. Y justamente, encontré todo al revés.
Hubiera sido tan perfecto, que se convirtió en todo lo contrario. Tardes enteras de agua sin cofradías en las calles y gente vagando sin rumbo fijo. Caramelos que se quedaron en los cestitos. Mariposas de los estómagos que no echaron a volar porque no les dio tiempo. Luz tornada a nubes negras que descargaban sin piedad. Y vuelta a los pasos para llegar a las iglesias. Gotas de sudor de nuestros costaleros que se convirtieron en agua incesante. Ni meteorólogos ni ruegos. Ni siquiera el Sol pudo vencer a las nubes el Sábado Santo. Nada, sólo agua, agua y más agua.
Me extrañaba al empezar con las vísperas no haber soñado ninguna pesadilla tan descriptiva durante la cuaresma. ¿Cómo iba a soñarla si estaba empezando a vivirla? Ahora sé por qué no tuve aquellas pesadillas, por qué no soñé que me llovían piezas de un palio como en otras ocasiones, por qué no viví oníricamente la pérdida de mi papeleta de sitio, por qué no inventé una nueva cofradía que procesionaba al estilo castellano por la Carrera Oficial…
Ahora tengo claros los motivos. Este año, la pesadilla sería real. Y las nubes y el agua se convertirían en mi penitencia y mi pesadilla. Sólo queda la espera de una intensa cuaresma que nos dure un año con el objeto de volver a disfrutar de lo que más nos gusta: la Semana Santa.
Recibe un cordial saludo en Cristo Nuestro Señor y María Santísima, su Madre.
Elena Moreno
3 comentarios:
El que más, el que menos, se ve reflejado en esa reflexión, en esa pesadilla, que tardará un año en pasar... Muy bueno, Elena.
A gusto te habrás quedado...
por cierto la verificación de la palabra que me ha aparecido a la hora de intentar publicar este comentario ha sido ni más ni menos que SPESti...Spes, Esperanza. Que voy a contarte yo que no sepas de Ella ;)
Qué lástima que las pesadillas se conviertan en realidad y por otro lado qué maravilla que provoquen cosas tan bellas como este texto, enhorabuena mi niña.
Un besazo.
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