22.3.09

BENDITA SEA TU PUREZA…

Bendita sea tu Pureza, Sevilla, esa que pregonas durante todo el año celebrando las Glorias de María Santísima. Bendita sea la Luz que te ilumina para que nos aparezcas recién florecida, y nuevamente perfumada, dispuesta a recibir en cada rincón el aroma de la cera y del incienso. Alabada sea la ilusión que nos despierta cada Domingo de Ramos para sentirnos niños y nacer a la vida de nuevo.

Sevilla comienza a escribir su Evangelio una vez más. Y nosotros seremos el enésimo evangelista que vivirá con Cristo su Pasión, Muerte y Resurrección, que acompañará a la Madre en su infinito Dolor como hiciera su amado San Juan, y que hasta despertará a los discípulos a toque de tambor cuando el Señor se encuentre Orando en el Huerto de los Olivos. Daremos vivo testimonio con la trabajadera, porque somos cristianos comprometidos con nuestra fe, porque un Domingo de Ramos más es una prueba de Iglesia Viva, de un tú a tú con Dios, de una reafirmación de su propia Palabra: ‘Amaos los unos a los otros, este mandamiento os dejo…’

Y Sevilla comienza hablando de Amor a lomos de un borriquillo para dejarse mecer por Cuna nada más salir. Nos enseñará la senda de Amor que trazó para nosotros y el sentido de su dolor y sufrimiento.

Es Sevilla una Jerusalén resucitada, una vía dolorosa llena de estaciones en cada esquina; un rosario de Padrenuestros elevados al aire para proclamar la grandeza de Dios por bocas que nacieron cerradas, por ojos que nunca verán la belleza del arte y por oídos que jamás oirán Tus pisadas, Señor. Dales consuelo para este triste mundo que los desprecia y haz que sigan tu ejemplo de Silencio ante la mano dura del poder y la corrupción que los atenaza. Enséñalos a vivir como vivió tu Madre, que cada tarde se asoma a la calle Feria de puntillas para decirnos a todos que sigamos llamándola Mara, porque el Todopoderoso aún sigue llenándola de Amargura. Ella, que escuchó las súplicas de los más débiles, necesitó de unas manos menudas para instaurar tu Reino, Señor. Precisó de la pequeña ayuda de Madre Angelita para llegar a los más débiles. Tú quisiste que fuera santa, y, desde entonces, en la calle de Sor Ángela se respira un airecillo de convento ajetreado a todas horas del día…

‘¿A dónde tan a prisa, Madre?’, ‘A ver a la Señora, porque con su ayuda hemos podido alimentar tantas bocas…’. Realidades que se han ido sucediendo porque Ella, desde su camarín, y en compañía del discípulo amado, que no ceja en consolarla, ha extendido su clemencia ante Dios.

Pero seguirá siendo la Amargura… Silencio perpetuo, humano, sencillo, femenino, sevillano… No puede escuchar lo que le dice Juanito… porque ha enmudecido ante el dolor:


San Juan a Ti te consuela

desplegando su dulzura,

hablándote con ternura,

mientras tu alma se hiela,

¡María de la Amargura!



La tarde del día soñado languidecerá en llamas de cirios llevados por nazarenos de ruán negro. Ha sido necesario que antecediera un Silencio Amargo para desplegar por completo tu nombre y terminar así el día de la ilusión de los niños y el renacer de la vida.

Se abre el Salvador y apareces Tú, descendiendo la rampa en el más absoluto silencio, porque Sevilla tiene un idioma propio para nombrar las cosas que no tienen nombre y para expresar aquello que es tan inexplicable que unas humildes letras no pueden abarcar.

La cabeza has inclinado sobre tu pecho, y lo has hecho con Amor. Extendiste tus manos cansadas y heridas y lo hiciste con Amor; y tu cuerpo pierde la verticalidad para decirnos ‘¿A qué esperáis? ¿No veis que os espero con los brazos abiertos para daros AMOR? ¿Que os traigo el Socorro en mis manos para aliviar vuestra carga de cruz? AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS ESTOY AMANDO’.


Y se perderá por Álvarez Quintero la ilusión de una fábula real en el día del sueño eterno…

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