Pues todo un Dios se recrea en la belleza que derrochas, Sevilla. Tanto que te eligió para en ti morar y ensalzar la Pureza de su Madre Castísima. Las elecciones del Altísimo…
Allá en el siglo I ya se presagiaba el futuro de Sevilla. Sí, no miren extrañados, se presagiaba… pues elegiste nacer en el seno de una familia carpintera y tu tierna infancia se vio rodeada de serrín y virutas con las que jugabas incansablemente. Siempre la madera unida a tu vida, Señor… y también a tu muerte, pues cargaste la cruz de madera en la que ibas a morir crucificado. Es la madera aquí, entre Jerusalén y Sevilla, el nexo de unión de tu vida en las dos ciudades.
Habrían de pasar quince siglos después para volver a hacerte presente entre nosotros y lo hiciste en las manos y las gubias de dos grandes genios, maestro y discípulo, que se pusieron a tu servicio para recrearte y hacerte permanecer por los siglos de los siglos. Fueron Martínez Montañés y Juan de Mesa los dioses de la madera, los creadores de tu vida, Señor, y hacedores de tu nuevo nacimiento. En su taller establecías tu particular portal y, desde allí, alumbrarías el mundo de nuevo. Dios escogió Sevilla para nacer y vivir mil quinientos años después de encarnarse en Nazaret, y también la escogió para que fuera su Monte Calvario, su Gólgota y su vía dolorosa en la que nos redimirá a todos.
En la noche fría de sueño helado cargarás tu muerte en dos ocasiones. La primera, al atardecer, con los gorriones de fondo calmando tu pesar. Tu pisada será suave, Señor, y la llamá será cortita porque, en la tarde del Jueves Santo, quienes son tus pies saben que portan el Cordero Divino en su bandeja de plata. Dolor, muerte, dolor… ‘Padre, ¿es necesario? ¿He de morir para redimir a la humanidad…?’ Y el plomo de la tarde le asiente a Cristo mientras carga su cruz a la espera de su final desenlace. Este es sólo el preludio de lo que está por venir, el legado del Maestro Montañés y la fuerza de Dios vivo.
Porque en mitad de la madrugada vendrá coronado el Cordero. Pero su corona no será de zafiros ni perlas, ni tampoco las flores adornarán su testa. Su corona es una sierpe, un enredo, la falacia, las mentiras, las guerras, los enfrentamientos, las muertes de tantos y tantos inocentes en todos los países por sinrazones sin sentido, el maltrato a niños, a mujeres, a inocentes, a individuos,… Y si ni siquiera somos capaces de ver esto, Señor, ¿cómo comprenderemos que cargar el madero es un signo de AMOR? ¿Cómo entenderemos, mientras racheas tu paso y avanza tu zancada, que tu muerte es la Salvación y tu Gran Poder la Vida? Me pregunto si algún día llegaremos a entender que tu silencio es Verdad y tu presencia Camino por el que han de discurrir nuestros destinos…
Pero en mitad de la noche
ha de llegar el momento
de mirar en los adentros
y perdonar los reproches.
Pues se acerca el Gran Poder
a bendecir con su mano
a todos los sevillanos
que se acerquen hasta Él.
Si mientras se desarrolla el sueño habremos de verlo cargando el madero, en cuestión de unos minutos lo veremos en él crucificado, en un monte Calvario que se desplaza a lo largo de Sierpes tras un goteo incesante de capirotes negros.
Un Calvario entre Esperanzas, curioso, ¿verdad? Tal vez nos quiera transmitir un mensaje. Tal vez el silencio de la cofradía de la Magdalena hable por sí solo. María nos presenta a su hijo muerto entre dos rosas de Esperanza nacidas en las huertas más hermosas de la ciudad que lo embalsaman contagiándole la vida. ‘¡Qué no, sevillanos! ¡Que mi Hijo sólo va dormido, sumido en un sueño de resurrección eterna! ¡Que las Esperanzas lo mantienen con Vida! Y así os lo presento, como aquel día en el Templo…’
Un Calvario entre Esperanzas, curioso, ¿verdad? Tal vez nos quiera transmitir un mensaje. Tal vez el silencio de la cofradía de la Magdalena hable por sí solo. María nos presenta a su hijo muerto entre dos rosas de Esperanza nacidas en las huertas más hermosas de la ciudad que lo embalsaman contagiándole la vida. ‘¡Qué no, sevillanos! ¡Que mi Hijo sólo va dormido, sumido en un sueño de resurrección eterna! ¡Que las Esperanzas lo mantienen con Vida! Y así os lo presento, como aquel día en el Templo…’
Nota de autor: Agradecimientos a Selu de Montesión por la cesión de imágenes para ilustrar esta entrada.
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