Como la rosa del zarzal bravío
con cinco blancos pétalos, tu cuerpo,
flor de la creación; sangriento cáliz
tu henchido corazón donde destilas
el suero de la crema de la vida.
Se colmó de dolor tu cáliz, vaso
de la insondable angustia que no coge
en corazón mortal; de Ti aprendimos,
divino Maestro de dolor, dolores
que surten esperanzas. Tú gustaste
dolor que al hombre mata; así sufriendo
nos mastaste el temor. Y por tu pena,
que hizo Hombre a Dios, Hermanos, te queremos,
y común nuestro Padre, nuestro y tuyo,
por tu dolor; ¡oh Maestro de Dolores!,
pues tu divinidad es magisterio.
Miguel de Unamuno
con cinco blancos pétalos, tu cuerpo,
flor de la creación; sangriento cáliz
tu henchido corazón donde destilas
el suero de la crema de la vida.
Se colmó de dolor tu cáliz, vaso
de la insondable angustia que no coge
en corazón mortal; de Ti aprendimos,
divino Maestro de dolor, dolores
que surten esperanzas. Tú gustaste
dolor que al hombre mata; así sufriendo
nos mastaste el temor. Y por tu pena,
que hizo Hombre a Dios, Hermanos, te queremos,
y común nuestro Padre, nuestro y tuyo,
por tu dolor; ¡oh Maestro de Dolores!,
pues tu divinidad es magisterio.
Miguel de Unamuno
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